Esta
mañana el cielo está despejado; la tormenta ha esparcido ramas por el patio. La
arena de la playa ha cambiado de lugar, y yace fresca en un manto nivelado y
perforado por el rastro de la lluvia. Estoy sentada en la mesa del salón con
una taza de café, mirando el agua, escuchando, esperando.
Hoy
no es un día muy distinto de los demás. Me levanto al amanecer, me pongo unos
vaqueros y un jersey, me cepillo el pelo, me hago una tostada, preparo café y
me siento a contemplar el mar, preguntándome si vendrá hoy. La situación
no varía mucho de todas esas veces que se marchó y yo me quedé esperando, salvo
que en esta ocasión no queda alternativa, él va a venir, y aquí me encontrará.